« Next to the one who adores you, whose heart is beating for you. »
Aquellas personas que desean volver al pasado son también aquellas que se arrepienten de su presente y, en defecto, de su futuro. Creo que muchas veces no tenemos en cuenta una de las frases que, a mi parecer, encierra más verdad, y es esa que reza que nunca debes arrepentirte de algo que te ha hecho sonreír. ¿Qué pasaría si volviésemos atrás en el tiempo siendo conocedores de todo lo que sabemos hoy en día? Está claro que ir a clase sería un mero pasatiempo en cuanto a estudios se refiere, pues ya sabríamos todo lo que nos explican, ¿pero en cuanto a decisiones y amistades? Ahora mismo debemos lo que somos a nuestro pasado, o mejor dicho: a nuestras decisiones, da igual que se hubiesen convertido en aciertos o errores, pero gracias a ellas somos personas. Mejores o peores. Más generosas o más tacañas. Más sinceras o más hipócritas, pero somos lo que merecemos, y yo, personalmente, estoy orgullosa de poder decir que me he ido puliendo a mí misma poco a poco. Puede que no lo haya hecho de la forma correcta pero, al fin y al cabo, mi personalidad es un producto de mí misma, y no hay nada más fantástico que crear algo propio, ¿no?
c a r d i g a n - PULL AND BEAR. |•| t i g h t s - CALZEDONIA. |•| v a n s - PRIMARK.
Madrid es una ciudad que brilla con luz propia tanto de día como de noche. Es una ciudad que me inspira e intimida por partes iguales. Su grandeza te absorbe y, como dije la primera vez que describí mi experiencia en la capital, te estruja hasta conseguir que te sientas como una hormiga delante del feroz león convertido en ciudad; por eso me encanta, tanto por su arquitectura como por la gente que vive en ella, pues en las calles te encuentras de todo, y viniendo de una ciudad pequeña en la cual todo el mundo conoce a casi todo el mundo y en la cual la única tendencia posible es ser un jodido clon como es Santiago, lo raro sería que no te sorprendieses y asombrases ante el monstruo étnico que es Madrid.
El día en el cual saqué las fotos que hoy os enseño fue uno de los pocos en los cuales el sol y el calor se aliaron para convertir la capital en la personificación de la primavera. Hacía una temperatura estupenda y una amiga y yo pudimos recorrernos todo el centro, desde Gran Vía hasta el Retiro a pie, sin ningún tipo de problema. Eso sí, el dolor de pies que tenía al final de la tarde era de todo menos normal, os lo aseguro; pero sin duda valió la pena. Las fotos en las que se ve Gran Vía de fondo fueron sacadas en la terraza-mirador de un hotel situado en esa misma calle, al cual puedes acceder sin tener porqué estar registrada en el hotel. Para la ocasión decidí ponerme el peto vaquero más bonito de todo el mundo, la última imitación de Vans que he comprado -tan sólo por ocho euros en Primark, una auténtica y orgásmica ganga- y una camiseta que mi madre se ponía cuando era pequeña, así que imaginad la de años que debe tener la pobre, pero ahí sigue: dándolo todo. ¡Y menos mal, porque me encanta y seguro que en verano no me la quito de encima!