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¿QUÉ PENSARÍA KIKI DE MONTPARNASSE DE LAS MUJERES DE HOY EN DÍA?

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Infinidad de sensaciones se agolpan bajo mi piel, pugnando ser cada una de ellas la primera en salir para plagar con su esencia las líneas que quiero escribir. Son tantas sensaciones y la gran mayoría tan opuestas entre sí, que he considerado necesario dividirlas en dos grupos: la más profunda admiración y el más irreverente asco.


La "más profunda admiración" se la dedico al personaje en el que se centra la información pictórica de esta entrada: Alice Prin, más conocida como Kiki de Montparnasse y aún más por ser la modelo que sirvió a M. Ray para su "Violín de Ingres". Debo admitir que ya sabía de la existencia de esta preciosa mujer y su importancia como musa para numerosos artistas, pero desconocía completamente su nombre y que era su espalda la utilizada por M. Ray, hasta que asistí al Museo Thyssen para cubrir el lanzamiento de la nueva colección de Ferrero Rocher de la que os hablé hace dos entradas. El cuadro que encabeza este post fue uno de los muchos que pudimos no sólo ver de lejos los invitados, si no también ver de cerca y hasta incluso tener el inmenso honor de fotografiar, algo que no suele estar permitido, como todos sabemos, en la mayoría de los museos. 

Ahora es cuando la emoción del "más irreverente asco" sale a la luz en todo su esplendor para hablar del panorama que me encontré al llegar al Museo Thyssen tras haberme recorrido cinco veces el Paseo del Prado porque no era capaz de encontrar la entrada al recinto (un aplauso, primero y por favor, hacia mi gran sentido de la orientación). Sabía que el evento consistiría en una exposición privada por el museo a la que seguiría un cóctail en la terraza, pero realmente lo que no me esperaba es que la incompetencia de varias bloggers invitadas manchase totalmente la gran profesionalidad de nuestra guía, que nos paseó por diferentes salas explicándonos el avance de la figura femenina en la pintura a través del siglo XX con un tono no sólo cercano, si no realmente humilde sin por ello dejar atrás ningún detalle tanto de la figura pintada sobre el lienzo como del artista cuya mano dio forma a la obra de arte que teníamos delante. 

Entonces, ¿cuál podía ser el problema? Evidentemente, la completa falta de interés y atención de algunas de las invitadas, que durante toda la exposición prefirieron no levantar la cabeza de sus grupos de WhatsApp, de sus jodidas cuentas de Instagram o encontraron más interesante ponerse a cuchichear mientras tenían delante cuadros que realmente te abrían la boca y te hacían babear.  Por suerte y para compensar, el resto de asistentes nos peleábamos para ver los cuadros un poco más de cerca una vez la guía terminaba su explicación y no tocamos el móvil más que mientras nos desplazábamos de sala.

Ahora es cuando me pregunto qué pensaría una figura tan extraodinaria como Kiki de Montparnasse, amante de las letras y las artes, si estuviese rodeada de "pseudobloggers" -a partir de ahora no podré darles otro nombre, con todo mi pesar- que fardan en sus espacios de ser unas entendidas de moda, que no deja de ser otra forma más de arte, cuando en realidad las sitúas frente a un cuadro de Caravaggio y lo único que saben hacer es compartir sonrisas con la pantalla de su móvil. 

¿¡PERO QUÉ COJONES ESTÁ PASANDO, POR DIOS!? 

¿De verdad se permite a gente así llamarse "blogger" y no "auténticas carcas"? ¿De verdad realmente alguien es capaz de mirarse al espejo sabiendo que ha tenido oportunidad de ver un cuadro de Hopper pero no ha podido ni saber quién lo había pintado y qué representaba porque estaba muy ocupada en última fila hablando? ¿Desde cuándo la industria de la moda ha dejado de ser moda para quedarse en la simple y llana industria? Vergüenza ajena es lo que sentí en un evento en el que la amabilidad era únicamente visible en las empleadas de Ferrero Rocher y en la guía turística del Museo, y no en las personas que fuimos invitadas porque se supone que adoramos el arte tanto como adoramos la moda.

Así que esta es mi conclusión: "Cuando una guía señala un cuadro, el tonto le mira el dedo".


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